Cuando pensamos en la situación de hablar en público o directamente tenemos que hacerlo, nuestras emociones se ven convulsionadas y son diferentes las reacciones dependiendo de ese “miedo” que te provoque.

Me sudan las manos, me pongo colorada(o), me duelo el estómago, tengo mucha ansiedad, incluso “quiero salir arrancando”, son expresiones que hemos escuchado a más de alguien y por supuesto a muchos de las personas que llegan a curso.

Para nosotros esta convulsión emocional está asociada directamente a los pensamientos y nuestros paradigmas personales.

No podemos excluir el efecto socio/cultural que nos pesa, en el medio que nos hemos formado y desarrollado, el cual se hace parte de nuestro paradigma personal.

Nuestros paradigmas o forma de ver y sentir frente a ciertos sucesos, acciones, relaciones, y forma de sociabilizar y enfrentar situaciones, están delimitados por esta misma precepción, la que nos provoca bajo ciertas circunstancias, pensamientos negativos de manera automática.

Frente a un pensamiento negativo generamos una emocionalidad que definimos como una carga negativa de resistencia, y por supuesto queremos evitarla o no sentirla, siendo esta misma disposición contraria, la que acelera o aumenta los efectos del estado emocional que percibimos.

Enfrentar el miedo, pánico escénico o de exposición, por otra parte, está lleno de clichés, los que se transforman en “tips” o técnicas externas que supuestamente te ayudarán a superar esta situación, sin embargo no logran cambios reales y al poco tiempo nos vemos en la misma situación.

Mientras no indaguemos y trabajemos sobre nuestros paradigmas y como nos enfrentamos a diferentes situaciones, no habrá cambio o trasformación.

Son nuestros pensamientos los que nos predisponen a una emocionalidad poco favorable y debemos ajustar o modificar ciertas concepciones y formas de ver, comprender y hacer, para lograr resultados reales.